En el último número de la revista digital Oriens se ha publicado un artículo referido a la duda desde el punto de vista del esoterismo islámico. Es interesante notar cómo en esa tradición se reconoce a la Duda como «Susurros de Satán», pero lo que sobre todo tiene una importancia fundamental desde lo metafísico, y en vistas a la realización, es el concepto de la Duda pura, y de cómo algo que desde un punto de vista «profano» posee connotaciones negativas, debe ser «transmutado» por el iniciado, y ser utilizado positivamente, en beneficio de la «realización espiritual».
La traducción es mía, y de antemano pido disculpas por los errores e imperfecciones.
M.
.·.
Acerca de la Duda y la Certeza
por Tariq Ashfaq
Mi Corazón – ¡mi campo de batalla de la vida!
¡Los ejércitos de las dudas,
la inmutabilidad de la Certeza!
Muhammad Iqbal
Rechazando la duda y la oscuridad etapa por etapa
Realiza nuevamente su primer travesía,
Hasta finalmente alcanzar la perfecta madurez.
Mahmud Shabistari
Quítate de los oídos
los algodones de la duda.
Mahmud Shabistari
Hemos traducido algunos fragmentos de Las fuentes de la Sabiduría (uyun almaarif) del Shah Wahhaj al-Din Qalandar del Subcontinente Indio. En él se trata el tema de la duda (shak) afrontado por un peregrino durante su viaje espiritual. Porque incluso la duda tiene fines positivos, ya que nada puede ser descartado en el camino espiritual. El Shah recomienda la duda, que asemeja al susurro de Satán, como un método espiritual.[1] El Shah además presenta el concepto clave de la pura Duda que ocurre, por decirlo así, en la mente de Dios en su aspecto de pura Trascendencia. Como veremos enseguida, la respuesta al problema de la creación del mundo también reside en el misterio de la pura Duda.
La segunda parte del discurso trata de la cuestión de la certeza (yaquin), que no deja de estar relacionada con el problema de la duda y que no puede ser tratada separadamente en una exposición esotérica.
El simbolismo de la vara de Moisés es empleado para referirse al alcance del más alto grado de certeza. En ese nivel es perfectamente legítimo decir que “la fe mueve montañas”.
Haz que este corazón que me habéis dado
se inunde de certeza.
Mohammad Iqbal
La realidad de la certeza reside en la concepción de la duda. Estar en estado de duda es no tener certeza acerca de las cosas o de los seres. En el momento en que uno se encuentra con una duda acerca de algo, la existencia de ese algo ya está establecida, porque si el objeto de la duda fuera inexistente simplemente no podría dudarse de él. En otras palabras, la existencia de una cosa precede al acto de dudar de esa cosa. ¿Es posible dudar de la nada o del no-ser (adam)? Consecuentemente, la duda misma prepara el camino para la certeza acerca de la existencia de alguna cosa.
Para los Sufíes, los susurros maléficos de Satán (waswasa shaytani) constituyen la duda, que puede ser utilizada positivamente para alcanzar la certeza. En otras palabras, la duda puede llevar los frutos de la certeza, es decir, usar la duda en provecho de la certeza volverá impotentes los ardides de Satán. Por esta razón el Corán se dirige a Satán de la siguiente manera: No tendrás poder sobre mis siervos.
El misterio de la duda es notablemente relevante. La causa de la manifestación universal no es otra que la duda, que surge como si estuviera en la mente del Principio divino. El Principio en su pura Independencia (sarafat istighna) de todos los seres se envuelve a Sí Mismo con la “Trascendencia en la Trascendencia” (tanzih fi tanzih) tanto que alcanza el punto de intensidad más alto de la Trascendencia, que produce en consecuencia la pura Duda en la mente del Principio como su Esencia (dhat). La pura Duda es, por decirlo así, un Lunar [2], o una Mota, o un Punto de Unidad en el Rostro del Principio significando con eso la realidad de la Inmanencia (tashbih) que está hasta ese momento contenida en la Absoluta Trascendencia (tanzih mahd).
La Inmanencia causó una duda en la mente del Principio para que Él deseara conocerse a Sí Mismo, lo que resultó en la producción de la manifestación universal. Una tradición Profética declara: Yo era un Tesoro pero permanecía desconocido, de modo que deseé ser conocido; Creé a las criaturas y Me di a conocer a ellas, de modo que fueron capaces de conocerMe.
La pregunta “¿No soy yo tu Señor?”[3] fue hecha por Dios a cada uno de los Arquetipos o Posibilidades (ayan thabita) para que la pura Duda fuera disipada luego de responder afirmativamente: Ellos dijeron, “Sí, podemos dar testimonio”
La respuesta fue, sin embargo, insuficiente porque la confirmación detallada (tasdiq tafsili) no había sido aún buscada, es decir, en un modo diferenciado. La necesidad de buscar la confirmación en la totalidad, lleva a la creación del mundo constituyendo/conteniendo/comprendiendo todos los grados de la existencia acabando en la manifestación corpórea. Así, la causa de la creación fue la pura Duda, por medio de la cual la Mente divina alcanzó la certeza.
En la certeza su alma encuentra reposo
Mahmud Shabistari
Como la vara de Moisés devoró milagrosamente las serpientes, creadas por los magos de Faraón, así la certeza es capaz de consumir/calmar todos nuestros vanos pensamientos. El Corán nos cuenta la historia de Moisés de la siguiente manera:
Moisés les dijo: “¡Tirad lo que vayáis a tirar!”
Y tiraron sus cuerdas y varas, y dijeron: “¡Por el poder del Faraón, que venceremos!”
Moisés tiró su vara y he aquí que ésta engulló sus mentiras.
Y los magos cayeron prosternados.
Dijeron: “¡Creemos en el Señor del universo, el Señor de Moisés y de Aarón!”*
Hay una sutil conexión entre la certeza y la conjetura (zann). La tradición Profética declara: Yo soy lo que mi siervo conjetura de mí. [4]
La buena conjetura o buena fe (huso zann) en tiempos de pesar de cara a lo Real (haqq) puede ayudarnos a progresar de un estadio a otro, ya que lo Real nunca carece de certeza. Lo Real es siempre certero, en cualquier grado que uno recuerde o conjeture acerca de Él. Lo que parece ser una conjetura desde un punto de vista individual es, de hecho, una certeza desde el punto de vista de lo Real.
La certeza, como meta, es conseguida por medio de la duda, la cual surge para que la certeza pueda ser alcanzada. Antes de que uno alcance la certeza, la duda tiende a crecer hasta que es finalmente superada. Manteniendo en vista el objetivo final, el peregrino se sirve de la duda y la conjetura como método. La conjetura produce el conocimiento, que acaba en la certeza. Por tanto, el conocimiento es superior a la conjetura, pero inferior a la certeza.
Así como la conjetura produce el pensamiento, la certeza genera el desvelamiento o la contemplación (shuhud). Uno puede “conocer” a través de la conjetura, pero sólo puede “ver” a través de la contemplación o la certeza.
Hay tres grados de certeza: el Saber de la certeza (ilm al-yaqin); el Ojo de la certeza (ayn al-yaqin); y la Verdad de la certeza (haq al-yaqin).
El primer grado implica el conocimiento racional y tradicional. Por ejemplo, el conocimiento de nuestro hermano como hermano. El segundo grado significa una mayor profundidad en el Conocimiento de uno mismo. Conocer a una persona o a una cosa con el “ojo” (ayn) de lo conocido es conocer con el Ojo de la certeza. Por ejemplo, tener conocimiento de nuestro hermano como él realmente se conoce a sí mismo. En otras palabras, para conocer a nuestro hermano desde su propio punto de vista. El último grado apunta al conocimiento de la identidad (ayniyya) del conocedor y de lo conocido. En este estadio el conocimiento y el ser son uno.
Para expresarlo de otra forma, al igual que lo Real ve un objeto en todo Su alcance y realidad esencial, así también el buscador percibe un objeto deviniendo lo Real.
El modo de la Verdad de la certeza es incomparablemente más sutil que el del Ojo de la certeza. Cuando el observador se identifica a sí mismo con la cosa observada, se dice que él ha alcanzado el más alto grado de certeza, es decir, la Verdad de la certeza. Acerca de este estadio de absoluta certeza, Ali ibn Abi Talib ha dicho: Si lo oculto estuviera desvelado, no podríamos crecer en la certeza.
Aclaremos que la certeza ni aumenta ni disminuye sino por virtud de los atributos (sifat) y las acciones (afal). Los atributos y las acciones no existen independientemente de la Esencia divina (dhat) pero están primordialmente contenidos en Ella. Ya que los atributos no son vistos como contenidos en la Esencia, ellos actúan como velos (hijab) Suyos. Desde un punto de vista universal, nada permanece/existe salvo la Esencia, que ni crece ni decrece. Hablando analógicamente, desde el punto de vista de la certeza absoluta, nada nuevo viene al ser.
El poder de la certeza absoluta es inmenso. Como resultado, el adepto adquiere poderes milagrosos y actúa libremente (tasarruf). Ahora él es capaz de realizar maravillas, y cualquier cosa que desee, realmente sucede. Debido al altísimo grado de certeza alcanzado por Moisés, su vara fue transformada en una gran serpiente que devoró a las serpientes creadas por los magos de Faraón; y se formó un paso seguro en el mar para que Moisés y sus Compañeros lo cruzaran fácilmente. Del mismo modo, los frutos y efectos de la certeza son inagotables.
Dice Dios en el Corán:
¡Y sirve a tu Señor hasta que venga a ti la certeza!.**
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[1] Respecto a la duda como método espiritual, Mohammad Hasan Askari, un filósofo pakistaní, dice lo siguiente: “La perfección de la fe reside en la asimilación de las grandes dudas”.
[2] El lunar significa una mancha oscura en una superficie blanca. La Esencia divina (dhat) también simboliza la oscuridad.
[3] La pregunta en sí misma implica el hecho de la duda en la Mente de Dios.
* [Corán 26, 43-48. Traducción al español de Julio Cortés]
[4] Tal vez Aristóteles se refería a lo mismo cuando dijo: Nada puede ser conocido sino según el modo del Conocedor.
** [Corán 15, 99]