El beso (apunte)

Leyendo números anteriores de la revista Oriens, me encuentro con la siguiente nota en un artículo de Athos, en la que se refiere al beso en la boca que Jesús da a María Magdalena, según se cita en el Evangelio Gnóstico de Felipe (en la versión de que dispongo, corresponde a: Evangelio de Felipe 63,30; en: Textos Gnósticos, Biblioteca de Nag Hammadi II, Trotta, 1999. ) Cfr. El beso.

 

Es un gran error creer que este beso alude a algo sexual (aunque en el mundo moderno el sexo, junto con la violencia, sea fomentado con una asombrosa obstinación; recordemos que «sexo», del latín sexus, deriva de seco, «cortar, dividir»). En la tradición Hindú, el Gran Héroe, bebe el soma directamente de la boca de Apala, imitando un beso; esta clase de beso simboliza de hecho la asimilación de la bebida de inmortalidad, soma (Coomaraswamy, Sacrifice, pp. 142, 144, 154-5). En los cuentos de hadas, el héroe debe besar a la doncella para comenzar un nuevo ciclo de manifestación. El beso transmitido por Jesús a María significa «espiritualización». En la Edad Media, existía la creencia que la leona paría a sus hijos muertos. Los cachorros no daban señales de vida, pero al tercer día, el león retornaba y los reanimaba con su aliento (Louis Charbonneau-Lassay, The Bestiary of Christ, Arkana, Penguin Books, 1992, p. 10); el león representa la «paternidad espiritual», simbolizando al Sol-Padre, y el «beso del sol» infunde la vida y el espíritu. El Cantar de los Cantares comienza con «Que me bese con los besos de su boca»; San Gregorio de Nisa, comentando este versículo, dijo: «la boca del Novio es el manantial del que brotan las palabras de Vida eterna, que llenan la boca que las bebe, al igual que el Salmista, que bebió del Espíritu». En el Evangelio de Felipe se dice: «El logos […] se nutriría por la boca y se haría perfecto. Pues los perfectos conciben mediante un beso, y engendran. Por eso nos besamos unos a otros». (Nag Hammadi, p 145 [en mi versión: Op. Cit. 59,1, p 31]). Eventualmente, podríamos agregar las palabras de San Bernardo: «Tengo por cierto que para tan grande y sagrado arcano del amor divino ni siquiera los ángeles son admitidos. … Contempla a la nueva Esposa recibiendo el beso nuevo, no de la boca, sino del BESO de Su boca. Está dicho que Él sopló sobre ellos. No puede haber duda de que Jesús sopló sobre los Apóstoles, esto es, sobre la Iglesia primitiva, y dijo: Recibid el Espíritu Santo. Aquél soplo fue, sin duda, un beso. ¿Qué? ¿El aliento físico? No, sino el Espíritu invisible… Por tanto, es suficiente para la Novia que sea besada con el beso del Novio, aunque no lo sea con Su boca. Ni tampoco ella cree que sea poca cosa o algo despreciable el ser besada con un beso, puesto que el ser besada no es otra cosa que ser inundada con el Espíritu Santo» (Love of God, p. 69)

Athos, The Da Vinci Code (II), nota 8

En: Oriens, Vol. 1, Num. 4, december 2004.

 

«Amada en el amado transformada»

La metafísica difiere todavía más de la filosofía en cuanto que su propósito es eminentemente práctico. No es una búsqueda de la verdad por la verdad, como tampoco las artes relacionadas con ella son una búsqueda del arte por el arte ni la conducta que ella determina es una búsqueda de la moral por la moral. Efectivamente hay una búsqueda, pero el buscador ya conoce, en la medida en que puede expresarse en palabras, lo que está buscando; la búsqueda solo alcanza su objetivo cuando el que busca se ha convertido en objeto de su búsqueda.

Ananda K. Coomaraswamy, «El vedanta y la tradición occidental»
Siruela, 2001, p.17

 

[Esto puede ponerse en relación con lo dicho en el artículo «Acteón según Giordano Bruno«]

De la Inteligencia

Cuando la fuente de la que brotan las palabras que se encuentra en nuestra mente se halla momentáneamente seca, es decir, cuando las Musas ascienden al Parnaso en busca de inspiración y nos dejan abandonados por un tiempo, es bueno beber de las fuentes de aquellos que nos antecedieron, y reflexionar sobre sus palabras, hasta que aquellas hijas de Mnemósine vuelvan a visitarnos e inspirarnos.

musas

Esta alegoría que parece ser gratuita esconde un simbolismo importante. El hombre, en su estado actual, ha perdido el contacto permanente con lo que Platón llamaba el mundo de las ideas y que la cábala llama olam ha-atzilut (el mundo de las emanaciones), y que en la alegoría anterior está representado por el Monte Parnaso, morada de Apolo, divinidad solar, luz del intelecto. El hombre tiene acceso a este monte, no de manera directa (debido a que “olvidó” quién es realmente), sino por medio de unas divinidades intermediarias, las Musas, hijas de Mnemósine, es decir, hijas de la Memoria, por medio de las cuales el hombre vuelve a tomar contacto (vuelve a recordar su origen) con aquél mundo ideal, fuente de todos los arquetipos. Estas divinidades no son “personas”, sino que son influencias de “lo alto” que ascienden y descienden, como los ángeles del sueño de Jacob, por los distintos grados de los estados del ser. Es importante tener en cuenta que la montaña, en el simbolismo tradicional, representa no sólo la “altura”, lo “elevado”, sino también lo “estable”, lo “no mutable”. Es decir, este mundo intelectual es inmutable, y además está siempre ahí, aunque al hombre que olvida le parezca que desapareció, cuando en realidad el que cambia constantemente es el mismo hombre olvidadizo, es decir, por su misma mutabilidad, el hombre pierde el “contacto” con estas influencias que lo vinculan con el mundo arquetípico.

Y el artista, cuando invoca a su Musa, está pidiendo que las influencias celestes lo pongan en contacto con el mundo de las ideas, de donde intentará “calcar” de la manera más perfecta que su arte le permita, las formas ideales que allí contempla, “in-corporándolas”, es decir, dándoles un cuerpo apropiado, para hacerlas de cierta manera “visibles”, y que el resto de los hombres puedan contemplarlas, como por reflejo, con el fin de que puedan tomarlas como soporte para elevarse a aquellas ideas, y poderlas contemplar, dentro de sus posibilidades “cara a cara”. ¡Qué lejos está esto del esteticismo moderno, en el que el llamado artista hace “lo que le viene en gana” (lo que él interpreta como “la inspiración”), y los espectadores sólo tienen hacia la obra “sentimientos” y “opiniones” totalmente subjetivas… además de tener a las Musas como simples imágenes poéticas, cuando no pura y llanamente, como una pueril mentira!

Sin embargo, en La Consolación de la Filosofía, Boecio presenta otra vía para elevarse a las alturas intelectuales, y es a través de la Filosofía, es decir, una vía especulativa: ya en el comienzo del libro, el filósofo, encontrándose «en medio del camino de su vida», sintiéndose viejo y rodeado de melancólicas musas, recibe la visita de una dama imponente, quien lo consuela y le enseña la verdadera senda, olvidada por él: es la Filosofía.

Boecio

Estas palabras pretendían ser una breve (!) introducción a unos fragmentos de Boecio, quien nos explica el grado de la Inteligencia, y nos alienta a elevarnos hacia ella:

“Al hombre mismo lo ven de diferente modo los sentidos, la imaginación, la razón y la inteligencia. Los sentidos se limitan a conocer la forma que recibió en materia dada; la imaginación sólo atiende a la forma sin cuidar de la materia. La razón va más allá, y por un examen comparativo y general determina la especie de cada individuo. La inteligencia contempla las cosas desde mayor altura; y pasando de la esfera de lo universal, intuye las formas simples en sí mismas, penetrándolas con su luz.

“Y has de tener presente que el conocimiento de orden superior incluye también al inferior; pero no a la inversa. En efecto, los sentidos nada pueden fuera de la materia; la imaginación no llega a los caracteres universales, ni la razón a las formas simples. En cambio, la inteligencia, como desde una atalaya, conocida la forma simple, distingue todo lo que a ésta se refiere; y esto por el mismo proceso que sigue al conocer las formas simples, a las cuales solamente ella puede llegar. […]

“Los caracteres universales que aprehende la razón, las formas que contempla la imaginación, las impresiones que proporciona la materia, todo, en una palabra, lo alcanza la inteligencia, y sin necesidad de la razón, de la imaginación y de los sentidos, sino mediante el acto mental uno y simple con el que todo lo ve bajo la idea de forma o tipo.”

Boecio. De consolatione philosophiae, Libro V, Prosa cuarta.

“La razón es privilegio de la raza humana y la inteligencia lo es de la divinidad. Lo que demuestra que esta facultad es la más eminente, porque por su misma naturaleza conoce no sólo lo que es de su dominio sino también las cosas que caen en el ámbito de los otros modos de conocimiento.

[…]

“Elevemos, si nos es posible, nuestro espíritu hasta las cumbres de aquella inteligencia suprema: allí verá la razón lo que en sí mismo no puede percibir, y comprenderá cómo aún los acontecimientos que no tienen segura su realización pueden ser objeto de la divina presciencia, verdadera y precisa, no siendo ello una conjetura sino ciencia simplicísima y absoluta.”

Ibídem, Prosa quinta

(trad. Pablo Masa)

Citas

Esta vez quiero compartir unas citas de La Docta Ignorancia, de Nicolás de Cusa, mi lectura de estos días, y que llamaron mi atención o me hicieron reflexionar.

Simplemente, compartirlas.

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“En cualquier especie, sin duda, en la especie humana, por ejemplo, se puede en un momento dado, hallar individuos más perfectos y más eminentes que otros; por ejemplo, Salomón es superior por su sabiduría, Absalón por su belleza, Sansón por su fuerza, y los que vivieron una vida intelectual intensa merecieron más honores que los demás.”  –

De la docta ignorancia, Libro III, cap. I.

[las cursivas son mías]

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“El conocimiento sensible es un conocimiento restringido, pues la sensación sólo alcanza lo particular. El conocimiento intelectual es universal, porque comparado con el conocimiento sensible, existe absoluta e independientemente  de la restricción particular.” –

Ibídem, cap. IV

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“En efecto, el hombre es entendimiento personal porque la restricción sensible reposa, aunque esté subordinada a ella, en la naturaleza intelectual, siendo ésta una cierta manera de ser divina, separada, abstracta, y quedando la naturaleza sensible, temporal y corruptible conforme a su esencia.” –

Ibídem, cap. IV

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“El máximo de la perfección de la naturaleza humana es alcanzado en las cosas esenciales y sustanciales, es decir, en lo que concierne al entendimiento, del cual es esclavo todo aquello que dependa del cuerpo. Por consiguiente, el hombre perfecto al máximo no debe elevarse en las cosas accidentales, sino en aquellas que conciernen al entendimiento. No se puede exigir que un gigante o un enano tengan cada uno la estatura, el color, la figura, etc. del otro. Sólo se puede exigir una cosa: que el cuerpo evite los extremos para ser instrumento perfectamente apropiado de la naturaleza intelectual, a la que debe someterse sin oponer resistencia, sin protestas ni fatigas”.

Ibídem.

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La duda como camino espiritual

En el último número de la revista digital Oriens se ha publicado un artículo referido a la duda desde el punto de vista del esoterismo islámico. Es interesante notar cómo en esa tradición se reconoce a la Duda como «Susurros de Satán», pero lo que sobre todo tiene una importancia fundamental desde lo metafísico, y en vistas a la realización, es el concepto de la Duda pura, y de cómo algo que desde un punto de vista «profano» posee connotaciones negativas, debe ser «transmutado» por el iniciado, y ser utilizado positivamente, en beneficio de la «realización espiritual».

La traducción es mía, y de antemano pido disculpas por los errores e imperfecciones.

M.

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Acerca de la Duda y la Certeza

por Tariq Ashfaq

 

Mi Corazón – ¡mi campo de batalla de la vida!
¡Los ejércitos de las dudas,
la inmutabilidad de la Certeza!
Muhammad Iqbal

Rechazando la duda y la oscuridad etapa por etapa
Realiza nuevamente su primer travesía,
Hasta finalmente alcanzar la perfecta madurez.
Mahmud Shabistari

Quítate de los oídos
los algodones de la duda.
Mahmud Shabistari

Hemos traducido algunos fragmentos de Las fuentes de la Sabiduría (uyun almaarif) del Shah Wahhaj al-Din Qalandar del Subcontinente Indio. En él se trata el tema de la duda (shak) afrontado por un peregrino durante su viaje espiritual. Porque incluso la duda tiene fines positivos, ya que nada puede ser descartado en el camino espiritual. El Shah recomienda la duda, que asemeja al susurro de Satán, como un método espiritual.[1]  El Shah además presenta el concepto clave de la pura Duda que ocurre, por decirlo así, en la mente de Dios en su aspecto de pura Trascendencia. Como veremos enseguida, la respuesta al problema de la creación del mundo también reside en el misterio de la pura Duda.

La segunda parte del discurso trata de la cuestión de la certeza (yaquin), que no deja de estar relacionada con el problema de la duda y que no puede ser tratada separadamente en una exposición esotérica.

El simbolismo de la vara de Moisés es empleado para referirse al alcance del más alto grado de certeza. En ese nivel es perfectamente legítimo decir que “la fe mueve montañas”.

 

Haz que este corazón que me habéis dado
se inunde de certeza.
Mohammad Iqbal

La realidad de la certeza reside en la concepción de la duda. Estar en estado de duda es no tener certeza acerca de las cosas o de los seres. En el momento en que uno se encuentra con una duda acerca de algo, la existencia de ese algo ya está establecida, porque si el objeto de la duda fuera inexistente simplemente no podría dudarse de él. En otras palabras, la existencia de una cosa precede al acto de dudar de esa cosa. ¿Es posible dudar de la nada o del no-ser (adam)? Consecuentemente, la duda misma prepara el camino para la certeza acerca de la existencia de alguna cosa.

Para los Sufíes, los susurros maléficos de Satán (waswasa shaytani) constituyen la duda, que puede ser utilizada positivamente para alcanzar la certeza. En otras palabras, la duda puede llevar los frutos de la certeza, es decir, usar la duda en provecho de la certeza volverá impotentes los ardides de Satán. Por esta razón el Corán se dirige a Satán de la siguiente manera: No tendrás poder sobre mis siervos.

El misterio de la duda es notablemente relevante. La causa de la manifestación universal no es otra que la duda, que surge como si estuviera en la mente del Principio divino. El Principio en su pura Independencia (sarafat istighna) de todos los seres se envuelve a Sí Mismo con la “Trascendencia en la Trascendencia” (tanzih fi tanzih) tanto que alcanza el punto de intensidad más alto de la Trascendencia, que produce en consecuencia la pura Duda en la mente del Principio como su Esencia (dhat). La pura Duda es, por decirlo así, un Lunar [2], o una Mota, o un Punto de Unidad en el Rostro del Principio significando con eso la realidad de la Inmanencia (tashbih) que está hasta ese momento contenida en la Absoluta Trascendencia (tanzih mahd).

La Inmanencia causó una duda en la mente del Principio para que Él deseara conocerse a Sí Mismo, lo que resultó en la producción de la manifestación universal. Una tradición Profética declara: Yo era un Tesoro pero permanecía desconocido, de modo que deseé ser conocido; Creé a las criaturas y Me di a conocer a ellas, de modo que fueron capaces de conocerMe

La pregunta “¿No soy yo tu Señor?”[3]  fue hecha por Dios a cada uno de los Arquetipos o Posibilidades (ayan thabita) para que la pura Duda fuera disipada luego de responder afirmativamente: Ellos dijeron, “Sí, podemos dar testimonio”

La respuesta fue, sin embargo, insuficiente porque la confirmación detallada (tasdiq tafsili) no había sido aún buscada, es decir, en un modo diferenciado. La necesidad de buscar la confirmación en la totalidad, lleva a la creación del mundo constituyendo/conteniendo/comprendiendo todos los grados de la existencia acabando en la manifestación corpórea. Así, la causa de la creación fue la pura Duda, por medio de la cual la Mente divina alcanzó la certeza.

 

En la certeza su alma encuentra reposo
Mahmud Shabistari

Como la vara de Moisés devoró milagrosamente las serpientes, creadas por los magos de Faraón, así la certeza es capaz de consumir/calmar todos nuestros vanos pensamientos. El Corán nos cuenta la historia de Moisés de la siguiente manera:

Moisés les dijo: “¡Tirad lo que vayáis a tirar!”
Y tiraron sus cuerdas y varas, y dijeron: “¡Por el poder del Faraón, que venceremos!”
Moisés tiró su vara y he aquí que ésta engulló sus mentiras.
Y los magos cayeron prosternados.
Dijeron: “¡Creemos en el Señor del universo, el Señor de Moisés y de Aarón!”*

Hay una sutil conexión entre la certeza y la conjetura (zann). La tradición Profética declara: Yo soy lo que mi siervo conjetura de mí. [4]

La buena conjetura o buena fe (huso zann) en tiempos de pesar de cara a lo Real (haqq) puede ayudarnos a progresar de un estadio a otro, ya que lo Real nunca carece de certeza. Lo Real es siempre certero, en cualquier grado que uno recuerde o conjeture acerca de Él. Lo que parece ser una conjetura desde un punto de vista individual es, de hecho, una certeza desde el punto de vista de lo Real.

La certeza, como meta, es conseguida por medio de la duda, la cual surge para que la certeza pueda ser alcanzada. Antes de que uno alcance la certeza, la duda tiende a crecer hasta que es finalmente superada. Manteniendo en vista el objetivo final, el peregrino se sirve de la duda y la conjetura como método. La conjetura produce el conocimiento, que acaba en la certeza. Por tanto, el conocimiento es superior a la conjetura, pero inferior a la certeza.

Así como la conjetura produce el pensamiento, la certeza genera el desvelamiento o la contemplación (shuhud). Uno puede “conocer” a través de la conjetura, pero sólo puede “ver” a través de la contemplación o la certeza.

Hay tres grados de certeza: el Saber de la certeza (ilm al-yaqin); el Ojo de la certeza (ayn al-yaqin); y la Verdad de la certeza (haq al-yaqin).

El primer grado implica el conocimiento racional y tradicional. Por ejemplo, el conocimiento de nuestro hermano como hermano. El segundo grado significa una mayor profundidad en el Conocimiento de uno mismo. Conocer a una persona o a una cosa con el “ojo” (ayn) de lo conocido es conocer con el Ojo de la certeza. Por ejemplo, tener conocimiento de nuestro hermano como él realmente se conoce a sí mismo. En otras palabras, para conocer a nuestro hermano desde su propio punto de vista. El último grado apunta al conocimiento de la identidad (ayniyya) del conocedor y de lo conocido. En este estadio el conocimiento y el ser son uno.

Para expresarlo de otra forma, al igual que lo Real ve un objeto en todo Su alcance y realidad esencial, así también el buscador percibe un objeto deviniendo lo Real.

El modo de la Verdad de la certeza es incomparablemente más sutil que el del Ojo de la certeza. Cuando el observador se identifica a sí mismo con la cosa observada, se dice que él ha alcanzado el más alto grado de certeza, es decir, la Verdad de la certeza. Acerca de este estadio de absoluta certeza, Ali ibn Abi Talib ha dicho: Si lo oculto estuviera desvelado, no podríamos crecer en la certeza.

Aclaremos que la certeza ni aumenta ni disminuye sino por virtud de los atributos (sifat) y las acciones (afal). Los atributos y las acciones no existen independientemente de la Esencia divina (dhat) pero están primordialmente contenidos en Ella. Ya que los atributos no son vistos como contenidos en la Esencia, ellos actúan como velos (hijab) Suyos. Desde un punto de vista universal, nada permanece/existe salvo la Esencia, que ni crece ni decrece. Hablando analógicamente, desde el punto de vista de la certeza absoluta, nada nuevo viene al ser.

El poder de la certeza absoluta es inmenso. Como resultado, el adepto adquiere poderes milagrosos y actúa libremente (tasarruf). Ahora él es capaz de realizar maravillas, y cualquier cosa que desee, realmente sucede. Debido al altísimo grado de certeza alcanzado por Moisés, su vara fue transformada en una gran serpiente que devoró a las serpientes creadas por los magos de Faraón; y se formó un paso seguro en el mar para que Moisés y sus Compañeros lo cruzaran fácilmente. Del mismo modo, los frutos y efectos de la certeza son inagotables.

Dice Dios en el Corán:

¡Y sirve a tu Señor hasta que venga a ti la certeza!.**

 

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[1] Respecto a la duda como método espiritual, Mohammad Hasan Askari, un filósofo pakistaní, dice lo siguiente: “La perfección de la fe reside en la asimilación de las grandes dudas”.

[2] El lunar significa una mancha oscura en una superficie blanca. La Esencia divina (dhat) también simboliza la oscuridad.

[3] La pregunta en sí misma implica el hecho de la duda en la Mente de Dios.

* [Corán 26, 43-48. Traducción al español de Julio Cortés]

[4] Tal vez Aristóteles se refería a lo mismo cuando dijo: Nada puede ser conocido sino según el modo del Conocedor.

** [Corán 15, 99]